24 jul 2009

De prisiones y rejas

Este era un cotorrito que no se sentía a gusto con su jaula. aunque tenía de todo, no se estaba contento
El periquito había nacido en cautiverio, sin embargo sus dueños le había dado la libertad de volar por toda la casa e incluso le dejaban la ventana abierta para poder irse si ese era su deseo. El ave era feliz revoloteando de un lado a otro, hasta que un día quiso más, entonces salió por la ventana y voló a un corral de gallinas. El periquito entraba y salía cuanto quería de ese gallinero, era feliz con las gallinas, quienes lo veían como uno más del grupo, y podía entrar y salir de la casa de los dueños cuantas veces quisiera. El periquito era feliz.
Pero un día desapareció el gallinero, y en su lugar colocaron una jaula de aves exóticas. El perico entró a probar cómo se sentía vivir en una gran jaula, con adornos y oropeles, así como todo lo que necesitaba. Las otras aves al principio lo recibieron como uno de los suyos, pero a sus espaldas comentaban de lo poco lucidor que era su plumaje o lo raro que lucía un viejo periquito entre una parvada tan selecta. El perico quiso irse, pero no supo como abrir la puerta, así que terminó sus días en esa jaula, cálida y acojedora para las aves que la habitaban, pero dura y fría para el...
Pobre periquito, si solo hubiera visto que la puerta se abría con solo jalar un pequeño pasador entre los barrotes.

2 comentarios:

Alter Ego dijo...

Habría estado muy bien que el periquito hubiera tenido amigos que le ayudaran a abrir la puerta.

Por lo menos no se hizo alcalde corrupto de la jaula de aves exóticas...

Cuando la comodidad material resulta incómoda, se vive en la absoluta pobreza.

bs

Eduardol dijo...

Sabes, tienes toda la razón. A veces un poco de apoyo puede marcar la diferencia en la vida de los demás.

Gracias por tu comentario, me da gusto verte por aquí nuevamente.